In memory of Lía Schwartz, Distinguished Professor, Graduate Center-CUNY.

Comentarios

  1. Queridas amigas y queridos amigos:

    Sabréis ya a estas alturas que ha fallecido nuestra colega Lía Schwartz. La suya era una inteligencia superior; su compromiso intelectual inquebrantable. Formó parte de nuestro claustro veinte años, de los cuales diez dirigió el programa con mano firme (con una firmeza por momentos férrea). Y lo hizo siempre desde una visión clara de la profesión y desde una convicción absoluta en la vigencia del hispanismo y de la filología. En estas áreas fue una estrella cuyo trabajo le valió respeto y galardones.

    Tuve la fortuna de ser su colega durante dieciocho años. Para mí, fue amiga y fue mentora; y por eso pudimos discrepar y a la vez trabajar juntos. Discutimos unas veces, colaboramos otras; pero siempre (hasta hace bien poco) nos reímos juntos. Compartí con ella momentos que nunca olvidaré. Algunos que podré ir relatando como parte de la historia de nuestra institución; y otros que se quedarán en la intimidad discreta del recuerdo que siempre guardaré de ella. Lía me contrató, Lía apoyó mi ascenso a full professor, Lía me enseñó mucho de lo que sé sobre los protocolos y los rincones oscuros de la profesión. Lía me hizo su vicedirector cinco años; una de las fases más formativas de mi carrera.

    Su obra, corazón del quevedismo, queda en las bibliotecas del mundo y en la memoria de quienes tuvimos el privilegio de trabajar cerca de ella. Es enorme el número de estudiantes que durante años han asistido, admirados, a sus clases magistrales, a su erudición y a su deseo de compartir sus infinitos saberes con los demás. Lía Schwartz, inolvidable, era una fuerza de la naturaleza.

    Con tristeza, desde el recuerdo.

    José del Valle

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  2. https://elpais.com/cultura/2020-06-05/fallece-la-filologa-e-hispanista-argentina-lia-schwartz.html

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  3. Querida Betina:
    Soy Celia Pérez-Ventura, una de tus hermanas putativas.
    En estos momentos solo puedo hablar con el corazón. Además, no creo que yo sea una voz autorizada para hablar de la brillante carrera profesional –como profesora e investigadora-- de tu Mamá, aunque tuve el honor de tenerla como profesora en varios cursos y como lectora de mi tesis doctoral. Asimismo, puedo dar fe de que Lía fue una de las mejores directoras de nuestro departamento en el Graduate Center.
    Solo decirte que quedamos huérfanos de Padre cuando se fue Papá Lerner y ahora somos huérfanos de Madre con el fallecimiento de Mamá Lía.
    Nosotros, los hijos putativos de tus padres, estamos desconsolados… no puedo ni imaginarme cómo te sentirás tú, pero SÍ quisiera enfatizar que tienes muchos, muchos, pero muchos hermanos que pensamos en ti y que desearíamos estar a tu lado.
    Debido a las circunstancias actuales en las que vivimos no es fácil estar cerca de ti –en persona--, sin embargo, dinos cómo te podemos ayudar… Cuenta con nosotros, porque aprendimos a quererte a ti, al mismo tiempo, que aprendimos a querer y a respetar a nuestros padres “adoptivos” que nos arroparon con sabiduría, generosidad, respeto y amor… ¿Cómo olvidarlos a Uds. tres?
    Recibe el más caluroso y enorme abrazo que te puede dar una hermana,
    Celia

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  4. Llegué a Graduate Center hace exactamente 20 años. Lía comenzaba ese semestre su jefatura del departamento. Me recibió con una amabilidad serena y me hizo sentir muy bienvenido. Tomé ese semestre su curso sobre Góngora y al siguiente su curso sobre Quevedo. Fueron dos experiencias memorables. Su método crítico era riguroso y profundo. Nos preparábamos concienzudamente para cada clase y, a partir de nuestras lecturas, ella iba ampliando, profundizando, trayendo fuentes primarias y secundarias, discutiendo a la crítica, develando matices, haciéndonos descubrir la resonancia de cada verso, la vibración de cada palabra, los poetas imitados, los lenguajes poéticos convocados, la increíble racionalidad de cada giro, los insumos culturales implicados. Nos entregaba, Lía, la generosa, su enorme sabiduría como si fuera cualquier cosa; nos embriagaba Lía, la apasionada, a con ese entusiasmo suyo desbordado. Nos embriagaba, digo, de Siglo de Oro y de poesía, y nos incitaba a ser mejores lectores, y, sin quererlo (o quizá sí, a propósito) nos ponía de frente con nuestras limitaciones, con nuestras precariedades. Cada clase suya era un milagro al que asistíamos contagiados de su entusiasmo, impulsados por su sabiduría, agradecidos de su generosidad. Nos enseñó Lía, la sabia, a ser mejores lectores, a ejercer la crítica responsable y rigurosa. Su legado en mí es ese afán que me guía de ser preciso y profundo en mis trabajos críticos, de respetar el texto y convocar sus contextos, de poner generosa y apasionadamente mi saber al servicio del lector.
    Llevaba Lía a la clase, unas hojas con notas. Notas preparadas expresamente para esa clase, para nosotros; notas que no necesitaba (pensaba yo entonces), pues su memoria de esos siglos de la poesía española era extraordinaria y sus trabajos sobre esos poetas eran referencia académica obligada para los estudiosos. Pero ella llevaba sus notas y las usaba, y yo pensaba que Lía, la académica respetada, preparaba sus clases por respeto a nosotros, sus estudiantes. Además de su método, de su sabiduría y de su pasión, el respeto hacia el estudiante fue uno de sus actos más formadores. Desde entonces, no me atrevo a entrar a un salón de clases si no he preparado concienzudamente mi clase. Siento que le debo a mis estudiantes ese respeto, siento que se lo debo a Lía, la Maestra.
    Me recibió, Lía, dije antes, con amabilidad. Sí, pero especialmente me recibió con una generosidad sin límites. Conocedora de mi situación, me dio su apoyo inmediato. Me otorgaron el GTF por su iniciativa, me abrió las puertas de Medgar Evers College, me consiguió la asistencia de investigación en el programa de investigación de mi muy querido profesor Ricardo Otegui. Me alivianó, en fin, la carga y me hizo más fácil la vida en New York. Y yo pensaba en las razones para que esa mujer extraordinaria, llena de compromisos y ocupaciones, dedicara su tiempo a tratar de hacerle más fácil la vida a ese estudiante nostálgico y pobre que se afanaba a sus clases, y hacía sus tareas con empeño. No había razones. Sólo era su manera de ser. Lía tenía una calidez y una calidad humana que se expresaba así, con la mano tendida y el hombro presto.
    Te fuiste Lía, la vital, y las aguas está un poco más opacas y menos dulces. Te fuiste y estoy muy triste y no sé cómo rendirte honores. Sólo puedo decirte, Lía, que, en mi conversación con los difuntos, los escucho con mis ojos que, desde hace veinte años, son también los tuyos.
    Óscar Osorio
    Profesor Universidad del Valle

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  5. No tengo el privilegio de poder llamarme su discípulo, pero mis vínculos de amistad y cariño con Isaías Lerner, mi director de tesis, me dieron la oportunidad de conocer la enorme dimensión espiritual y moral de Lía Schwartz. Recordarla es visualizarla con los brazos abiertos hacia los estudiantes, quienes buscábamos en ella no solamente el consejo de una gran maestra, sino el de la imprescindible aliada siempre dispuesta a ofrecer apoyo y animarnos a perseverar.
    Su inquebrantable devoción al hispanismo y los muchos vínculos de afecto que creó con nosotros, los jóvenes de antaño, han rendido frutos palpables de agradecimiento con el devenir de los años. Los diversos ámbitos donde su labor dejó rutilante estela siempre marcaron su paso con numerosos y merecidísimos reconocimientos, y en los que tuvimos la suerte de conocerla perdurará su recuerdo con una sonrisa de agradecimiento en los labios.

    Alfonso J. García-Osuna

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  6. Esta noticia es un gran golpe. A pesar que no nos mantuvimos en contacto en los últimos años, igual que con Isaías, para mí ha sido muy triste recibir la noticia de que Lía ha fallecido. Isaías fue el director de mi tesis y mi querido profesor, guía, maestro de muchos aspectos de mi carrera. Lía, también parte de mi comité, siempre estuvo presente para ayudarme. Un día entré a su oficina, vencida por las situaciones y circunstancias de mi vida en aquellos momentos, y le dije que no iba a terminar el doctorado. Su respuesta: ¿Qué necesitas? Y así fue por parte tanto de Isaías como de ella. Los recordé mucho mientras caminaba las calles de Buenos Aires en 2018, sobretodo cuando, sentada en Café Tortoni, imaginaba las posibles tertulias que habrían sucedido allí. De cierta forma, por haberlos tenido en mi vida y haber heredado el amor a la literatura que me infundieron, me sentía parte de aquello que estaba experimentando en aquel lugar. Sus logros académicos son inmensos, claras muestras de una gran inteligencia y una carrera estelar, pero yo conocí a Lía, el ser humano. Ella es una de las grandes razones por las que tengo lo que poseo en mi vida hoy. Que Dios los tenga descansando tanto a Isaías como a ella, juntos nuevamente.
    Marcia E. Picallo

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